¿Error o esperanza?: Cuando una mujer indígena intentó ser presidente de México

¿Error o esperanza?: Cuando una mujer indígena intentó ser presidente de México

Por Luis Alberto González Arenas / @luisinius 📸

Fotos: André Mantelli  / @andre.mantelli 📸

 

Hace dos años, una mujer de la comunidad nahua contemporánea viajó para recorrer en tres meses más de doscientos lugares en todas las regiones del país. Dio protagonismo, no a las grandes plazas, sino a los rincones más marginados dentro del territorio mexicano. Su misión: ser la voz de los pueblos originarios respaldada por el Concejo Indígena de Gobierno (CIG) rumbo a una candidatura independiente para la presidencia de México. Esta otra lucha más de las comunidades indígenas inició en octubre del 2016 y terminó el 14 de febrero del 2018, a cinco días de terminar el plazo de recaudación de firmas para lograr la candidatura.

Aquel día, la camioneta donde viajaba María de Jesús Patricio Martínez (Marichuy de cariño) volcó sobre el recio y cactáceo desierto de Vizcaíno en Baja California Sur, ocasionándole la muerte a Eloisa Vega Castro de la red de apoyo de los pueblos indígenas, mientras que María de Jesús se fracturó el brazo y tuvo que ser operada. Este no fue el único accidente de la caravana, ya en su paso por Michoacán habían sufrido un asalto por parte del crimen organizado.

En el contexto del racismo mediático y los desniveles que hay entre los modelos de representación del sistema y los realmente independientes, durante aquel proceso de recaudación de firmas, Marichuy, fue la aspirante que más rúbricas honestas obtuvo con casi un 94% de legitimidad; mostrando que el proceso fue transparente, consensuado y organizado. Si bien no se logró el objetivo principal de obtener una candidatura desde los pueblos indios a la presidencia de la República y con la que se hubiese exhibido, aún más, la soez y derechista estructura electoral que los políticos profesionales de cualquier corte político siguen alimentando y obedeciendo—Andrés Manuel Lopez Obrador y su partido incluidos— dejó muchas cosas positivas; entre ellas: 94% de anticorrupción, de anti-impunidad, de no venderse, de no claudicar.

Esta es la crónica del poético punto de partida que hace ya varias lunas, emprendió Marichuy en las entrañas de los caracoles zapatistas.

I.

Marichuy camina encima del lodo, cuida no tropezar con las piedras, sus pies van bien envueltos en un par de huaraches que no pueden distraer a la tierra mojada que va salpicando cada paso. Unas 300 personas salieron a saludarla. A ella y a la gran caravana que la acompaña: dos furgonetas, tres camionetas, 12 camiones y más de 250 vehículos de redilas y autos particulares. Niñas y niños la saludan, algunos van con pasamontaña, la persiguen y cerca de su ventanilla le gritan: “¡Marichuy, mujer de corazón!”.

Guadalupe Tepeyac, un municipio de Las Margaritas en el estado sureño de Chiapas, está de fiesta, se le ve ansioso por recibir a la amplia caravana, posiblemente la más grande que ha cruzado esta zona, este territorio se encuentra a poco más de 185 kilómetros de la ciudad de San Cristóbal de las Casas, que se volvería famosa en 1994, cuando indígenas encapuchados que se decían a sí mismos “zapatistas” tomaban el palacio municipal. Para llegar allí se hacen cuatro horas de camino en autobús, sin embrago al inmenso convoy le toma 18, contando el tiempo de espera y paradas estratégicas. La ruta es vía Comitán, donde mucho antes de la rebelión zapatista, un teólogo alemán—invitado por el icónico obispo de la liberación, Samuel Ruiz—escuchó por 20 años a los pueblos tojolabales para desarrollar su lenguaje escrito que tan sólo resistía como historia oral. Carlos Lenkersdorf (también filósofo y lingüista) y su esposa Gudrun (física nuclear e historiadora) aprendieron el sentir-pensar de las comunidades hasta volver a nacer en ellas. A Carlos lo buscó el ejército mexicano cuando estalló el movimiento zapatista. Habían encontrado un escrito firmado por él. En el título se alcanzaba a leer un nombre: “Marcos”. Las fuerzas armadas pensaron que era el diseño semiótico del personaje guerrillero que hablaba por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN); no sabían que tan solo se trataba de una traducción al tojolabal de El Evangelio según San Marcos. Por primera vez, los servicios de inteligencia, se descubrían como analfabetas.

Hay pétalos que vuelan confundidos, son sueños que impulsa el aire de la montaña en direcciones impredecibles, caen en los brazos morenos de María de Jesús. Se le adhieren a la piel con facilidad, y es que el sol es insolente y hace que los poros se expandan para liberar agua que refresque el cuerpo, es entonces que las flores se fijan sobre sus extremidades. Otros brazos se entrelazan con los de la vocera del Concejo Indígena de Gobierno, son mujeres concejalas y otras comandantas zapatistas que entran junto a ella, detrás vienen el resto de los 141 concejales de 35 pueblos originarios de 62 de las 92 regiones que pretenden abarcar en el país. La banda de música toca unas fanfarrias con ritmo de cumbia y los vestidos de colores son opacados por las miradas que saltan curiosas sobre las máscaras negras que acompañan a la vocera cuando sube al templete de madera en forma de media luna. Entre música discurso y denuncia, fueron pasando las voces de mujeres mazahuas, otomíes y tojolabales; luego llegó el baile, y sin ninguna gota de alcohol (prohibido en las comunidades zapatistas) se da una fiesta que atesora la memoria. Todos van arreglados y llevan lámparas para iluminar el regreso a casa.

La madrugada va dejando una luz tímida y deja ver a una Virgen de Guadalupe que vigila desde lo alto de la montaña. Juan, un tojolabal con fuerza de campo, la mira y trata de arrancar su moto, debe regresar con su familia que está a una hora de camino. Aún tiene energía después de trabajar la milpa y bailar 12 horas continuas. Se le ve bien. No hay rastros de cansancio. La moto no responde, tratamos de hacerla andar sin éxito. Acepta que yo empuje ese motociclo una y otra vez para tratar de revivirlo, pero la moto se ahoga en la indiferencia. Una bujía falla. Pronto se hace un colectivo de locales que tratan de ayudar a que el motor pueda chispar. La caravana comienza a partir: después de una larga espera por fin pudimos tomar el camino, entonces me apresuro a despidirme pero Juan me detiene con la mirada: “no quiero que se vaya con este recuerdo”, me dice. Se refería a que le entristecía que yo no pudiese ver la motor andar. Me da entonces un abrazo que buscaba llegar más allá del cuerpo, saca un caracol tallado en madera, lo posa en mi mano y me dice: “Gracias”.

El lugar es una abundante milpa llena de sonrisas de elote que del lodo brotan y luchan contra la soledad.

II.

Elisa acomoda un mantel de color turquesa sobre el lodo dentro del caracol de Morelia, a 142 kilómetros de Guadalupe Tepeyac, tres horas y media de camino, si se lleva un ritmo constante. Elisa va posando algunas piedras de ámbar que su esposo Eliseo ha sacado de las minas de Simojovel de Allende, donde recorre, a gatas, una distancia de 180 metros a lo profundo para llegar a donde se halla el hermoso fósil que es memoria color miel de las coníferas. Eliseo dice que el calor, allí dentro, es asfixiante y por eso no todos pueden llegar a ese “regazo de la tierra”.

Elisa pule las piedras con amor de madre y su pequeña hija, en una crisálida de tela, alcanza a ver tan solo destellos que poco la distraen de la leche materna: un manantial que emerge del seno de su madre. Elisa es parte del colectivo de mujeres “Árboles Galenos”, está allí desde las 9 am para mostrar y tratar de vender un poco de su arte precioso; la cita para ver y escuchar a las concejalas y a Marichuy es a las 11 de la mañana. Expectantes, quieren ver a esa mujer de la que tanto se habla y que han elegido como voz de los pueblos originarios.

Entonces esperan. Lo hacen todo el día. El ámbar ya no brilla porque el sol se ausenta, resulta que a la caravana le tomó más de diez horas llegar al lugar. Aun así, la gente en el municipio aledaño de Altamirano, sale inmediatamente a echar porras y a extender sus manos en cientos de estrellas que motivan al tiempo que andaba perdido.

A la entrada del caracol viene Marichuy sobre un enorme camión de carga adornado con flores, se baja e inmediatamente se enlaza al brazo de la comandanta Miriam, alzan la mirada hacia la manta que reposa en la entrada: “Bienvenidas las mujeres del mundo”, esa manta es también color turquesa como el mantel de Elisa y tiene una estrella roja a cada lado. Poco a poco entra toda la caravana que siente que abraza su destino cuando ve otra gran estrella roja de madera posada sobre un cerro. Elisa guarda su ámbar, ya no se ve entre tanta oscuridad, se va a escuchar lo que la comandanta Miriam tiene que decir; ella, Marichuy y los concejales han subido antes de pensar en una comida que ya es cena, el podio del que sobresale un balcón de madera está a una altura incómoda para la vista, sin embargo, resuena un discurso contundente:

“Pero ni pensemos, compañeras, que con el Concejo Indígena de Gobierno, ni con nuestra vocera, no vamos a pensar que ellos nos van a salvar. Nosotros, cada uno de nosotros tenemos que salvarnos, compañeras, porque si no hacemos nada, nuestra vocera tampoco nos va a salvar, porque no es ese que manda pues, es el pueblo que tiene que dar la fuerza a nuestra vocera, es el pueblo que manda y nuestra vocera y nuestro Concejo de Gobierno, tiene que obedecer al pueblo. Es lo que queremos, compañeras, que no tengamos miedo, no tengamos miedo a nadie, luchemos donde quiera que estemos compañeras, en nuestra colonia, en nuestro paraje, en nuestro centro de trabajo, es lo que nosotros les pedimos, compañeras”.

La humedad y el lodo se van moldeando entre tantos pasos, se apoderan del lugar, permanecen atentos a las palabras de la mujer encapuchada. María de Jesús, detrás de la comandanta, agudiza los ojos como un arco reflejo de la atención que prestan sus oídos:

“Ustedes los trabajadores de los medios de paga, sabemos que están manejados por sus patrones, no son culpables que no sacan lo que quieres que te lo difundan porque hay un patrón que prohíbe difundirlo y bien que se hace cómplice con gobiernos que no permiten decir las verdades. Deben de organizarse y recordemos, compañeros y compañeras, hermanos y hermanas, lo que dijo un día el general Emiliano Zapata: que ‘la tierra es de quien la trabaja’. Lo mismo les decimos que para los que trabajan en el arte es de quien la trabaja, la cultura es de quien la hace y de quien la trabaja, y la comunicación es de quien la trabaja”.

Se termina el acto, todas y todos los concejales y su vocera bajan al comedor donde dan alimento a cualquiera que se acerque. Elisa está en la fila y cuando ve a Marichuy, deja su lugar, se acerca tan rápido que desconcierta la agilidad para caminar entre lo grumoso del suelo, así logra llegar a la vocera y es capaz de extender el brazo y su voz de acento maya que llama la atención de María: “¡No te caigas!”, le dice Elisa. Marichuy le toma la mano y se la abraza, le sonríe con toda la piel.

El evento se dirige hacia otro templete donde hay baile y canto, importantes en la lucha zapatista. Hay un eco en el aire que vocea un iphone perdido y 50 pesos hallados en el piso. El café va ayudando en la niebla mientras amanece, luego la luz del día forma al Ejército Zapatista en dos largas filas; la caravana debe seguir su camino mientras se reproduce el discurso nocturno de Miriam en ondas autónomas de la radio zapatista, el 96.1 fm local:

“Nosotros los indígenas cargamos diariamente día y noche las cuatro ruedas del capitalismo: la explotación, la represión, el despojo y el desprecio. Nosotros los indígenas hay algo que nos enorgullece: es que nosotros sí sabemos qué es la resistencia y así son todos los indígenas del mundo. Nosotros entendemos las traducciones de la libertad, la justicia y la democracia, al igual que los otros continentes, creo lo que nunca le encontramos su traducción es el que chingue a su madre Trump”.

Las palabras se van con nosotros y la pareja de nombres en rima aparece de entre las casas de campaña improvisadas con ramas y plásticos. Eliseo lleva su pasamontaña y cuando le pido una foto me dice: “está bien, traigo mi mejor cara”. A Elisa le da risa y el ámbar vuelve a brillar.

III.

En la puerta de la Selva Lacandona hay una nube que armoniza el pentagrama del cielo, es una nota que viene cargada y que parece estar en un estado de síncopa: de un silencio que busca marcar el ritmo de la tormenta. La caravana atraviesa Ocosingo, un lugar emblemático para el EZLN en el primero de enero de 1994, cuando se tomó la cabecera del municipio; allí se registró la mayor matanza de rebeldes por parte de los militares, hecho que cuestionó las estrategias del Ejército Zapatista pues se decía que muchos de los encapuchados estaban muy confundidos en el repliegue de sus tropas, parecía que no había una instrucción clara de salida. Fue en esa batalla donde murió el Señor IK, “el Dios negro”, un nombre extraído de una hermosa leyenda maya que daba identidad a aquel soldado zapatista que Marcos describía como “tzeltal de sangre y mexicano por derecho e historia, fue de la primera generación de responsables políticos del EZLN”.

El Caracol de La Garrucha aparece meciéndose a lo alto, es donde se dice que el Sup. Galeano tiene su casa, al menos una estancia que le agrada y en la que suele pasar ratos largos de reflexión y palabra. En el último año no se le ha visto por el caracol, o tal vez sí, pero no con los símbolos que lleva encima y con los que se le reconoce inmediatamente (la gorra percudida con la estrella roja arañando la tela para no caerse, o la pipa con lenguaje de humo). El camino es hermoso, saca su espíritu selvático con el manto de la niebla. Las bocas vivas salen a saludar a la inmensa línea rodante que encabeza Marichuy, se escuchan consignas en “castilla” (español) y en tzeltal, las sonrisas nunca faltan, es imposible que falten. Llegando hay casas con pintas que más bien parecen poemas:

“Nuestros compañeros caídos nunca de los jamases vamos a vender sus sangres y sus vidas. Porque en el capitalismo no hay justicia”.

Debemos estacionarnos a unos dos kilómetros de la entrada, mejor bajar caminando para no perderse el discurso de la vocera y las concejalas. En esta gira, son las mujeres las que tienen la preferencia de palabra. La Garrucha es un hermoso caracol que rememora uno de esos pequeños pueblos del viejo oeste, con casitas coloridas con balcones, un templete, un auditorio, comedor, clínica, baños de madera en muy buen estado y algunas misceláneas. Encima sólo las nubes que se siguen cargando de nostalgias. Todo el aire se llena de gritos, el momento es espectacular, son 4 mil 100 personas encapuchadas según datos de las bases de apoyo zapatistas. Están allí, principalmente mujeres, niñas, abuelas, madres que amamantan a sus hijos y alzan el puño, pero no de silencio, sino de voces voluminosas: “¡Chile, tomate y cebolla, el capitalismo se va a la olla!”, después otro alarido: “¡mujeres a las luchas que somos muchas!”. El próximo rugido fue el del cielo que rompe en la montaña dando paso a la tormenta que pronto parece monzón, media hora de intensa lluvia. Las oradoras no interrumpen y la gente no se mueve, se compacta y salen sombrillas y plásticos por encima de las máscaras. Habla la concejala del pueblo Tzeltal, también la concejala del pueblo otomí y del sur de Veracruz. La comandanta zapatista, Rosalida, espera su turno después de la vocera que toma el micrófono para decir: “la tormenta ya está aquí”, y es que, en abril del 2015, el Subcomandante Insurgente Galeano dijo que los zapatistas habían subido a lo alto de la ceiba para tratar de ver más lejos, no a ver lo que pasó, sino lo que viene: “Bueno pues lo que vemos no es nada bueno. Vemos que viene algo terrible, más destructivo si posible fuera…viene la tormenta”.

María llama a que los pueblos caminen firmes, a que su voz se escuche y que sus pasos se vean: “queremos seguir viviendo y queremos vida para todas y todos”.

El enorme bloque de personas debajo de mantas impermeables no le aplaude, sino mueve los plásticos multicolores y gira las sombrillas en símbolo de clamor, la escuchan en colectivo, le hacen saber que allí están, debajo y a la izquierda, justo donde está su corazón.

IV.

Palenque espera a la vocera y a la amplia caravana que la acompaña. Tres horas y media pronosticadas de camino (fueron ocho). La gente de nuevo esperó y la selva le reservó la noche. La humedad es atroz, el cansancio de la caravana es inminente, pero concejales y delegados se forman hacia la entrada y gritan: “¡De norte, a sur, de este a oeste, seguiremos en la lucha, cueste lo que cueste!”; “¡Zapata vive, la lucha sigue!”; “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”.

El caracol Roberto Barrios se abre de puerta en puerta y lo arropa un aroma a copal y a pétalos que vuelan por María de Jesús. Este complejo es el más pequeño de los cinco caracoles, pero embelesado por el hermoso río Bascán que desemboca en unas bellas cascadas. Marichuy toma el templete y cede la palabra a la concejala de Mezcala, Jalisco, que compartió el despojo por los grandes centros turísticos. Vino la palabra de la concejala de Tilapan en el municipio de Zongolica Veracruz, denunciando la continua desaparición forzada de jóvenes en su región. La concejala de la Sierra Chontal de Oaxaca habló de los proyectos extractivos que están destruyendo el territorio. Terminaron con la palabra de la concejala de Bachajón, Chiapas, y su testimonio de los dos muertos que les ha costado la lucha contra el despojo de sus tierras sagradas. Marichuy toma el altavoz que aún percibe al aroma a ocote y a leña con la que ya están calentando las ollas llenas de comida para los miles de invitados:

“Tenemos que unirnos y tenemos juntos que pensar cómo hacer un México que realmente surja de abajo, por eso es necesario estar todos juntos, junto con las mujeres, en este proceso organizativo tenemos que participar las mujeres, tenemos que pensar de que una vez por todas, es necesario la participación para poder defender a nuestras comunidades, por defender a nuestros niños, poder defender lo que nuestros abuelos nos dejaron y que por años ellos también sufrieron toda esta discriminación, todo ese desprecio, por eso es necesario, pues, unirnos y juntos con una sola voz, a un solo paso, hacer que retiemble esta bestia y que juntos logremos sacarla de este territorio que está acabando con nosotros”.

La bestia es el capitalismo que no cesa de vender sueños de normalidad, esa normatividad llena de escándalos y racismo, de corrupción e impunidad como el rey y la reina de un cruel juego de ajedrez; la normalidad donde el silencio nunca se escucha, la normalidad que nos ultraja, nos esconde y nos divide.

Marichuy llama a la unión y al tiempo, a una lucha constante que disloque al monstruo y eso, sólo es posible con la organización de una lucha creativa, y es que el amor y la rabia con la que resisten estos pueblos son la prueba de que el tiempo puede alojar a la justicia y a la dignidad. A las dos de la mañana, jóvenas zapatistas llaman a María para darle una vasija de madera llena de maíces multicolores. Le piden que lo lleve al acto político que en unas horas tendrá lugar en el centro de Palenque. María asiente y se despide con una sonrisa ajena al desvelo. Los pueblos originarios van representados en aquellas mazorcas que, con el amor más feroz, luchan creando.

A la mañana vamos de camino a la plaza central de Palenque, hay tiempo para hablar sobre una camioneta de redilas con las Bases de Apoyo Zapatistas, como es Filomeno, que dice que prefiere invertir en libros que en cerveza. Me pregunta de dónde vengo, le digo que de Coyoacán, en la Ciudad de México. Lo invito a él y a otras compañeras a visitarme. “Vamos a ir, te lo aseguro”, dijo. Yo sonrío y le veo la certeza contrayendo sus pupilas que me hablan: “La lucha lleva tiempo, es por generaciones y estoy seguro que un día, vamos a llegar”.

El calor no se toma descanso, compramos una Coca-Cola de dos litros. Compartimos un vaso. Es siempre desconcertante que este refresco sea el más popular dentro de estas comunidades anti-capitalistas, sin embargo, su gente no es obesa, ni tiene problemas de diabetes. Filomeno dice que la beben sólo en ocasiones especiales: “no es del diario, es un lujo que a veces nos damos”. La verdad es que este refresco, que posiblemente sea el símbolo más potente del capitalismo (junto a la bandera de EEUU), no ha sustituido ni el agua, ni el pozol. Me doy cuenta de que para ellas y ellos, la Coca-Cola es una mera herramienta militar, es decir: la toman cuando es necesario quitar el hambre, refrescarse y espantar el sueño: las jornadas, sobre todo en acontecimientos como estos, son recias. La Coca-Cola entonces pasa a ser un utensilio que se extrae del sistema para sostener su lucha. En otras palabras, dominan el refresco como herramienta y no el refresco los domina a ellos. Es una reapropiación del símbolo. En realidad, a quienes les afecta ese símbolo es a los que venimos de fuera. Para ellas y ellos, más allá de convertirlo en una identidad, es una necesidad que llega a ser albedrío: el capitalismo al servicio de la lucha zapatista. Eso es lo que Iván Illich llamaba como “sociedad convivencial”, donde el hombre domina la herramienta y no al revés.

La dosis de azúcar hace más apasible llegar a la plaza central de Palenque que luce repleta, gente curiosa se sube hasta en las azoteas de los edificios. Las bases de apoyo zapatistas acordonan el área con sus cuerpos, acentuados por el pasamontaña que resiste los 35 grados centígrados con suficiente humedad para hacer sudar a los huesos. Se quedan quietos cerca de dos horas. Marichuy denuncia al Instituto Nacional Electoral (INE) por sus absurdos técnicos en la aplicación electrónica para recaudar las más de 866 mil firmas que se requieren para su registro formal como candidata a la Presidencia de la República. La aplicación tiene tantas deficiencias que parecería que sólo es una iniciativa para que el INE se autodenomine como demócrata y vanguardista: “Me cago en las vanguardias revolucionarias”, alguna vez dijo el Sup. Marcos.

Los gestores-auxiliares que se han registrado en la recabación de firmas en apoyo al CIG y Marichuy superaron las 1480 personas en los dos primeros días; a la semana siguiente se registraron 1500 más y desde entonces la lista fue creciendo. La Comandanta Amanda habló de la situación sobre la migración y las mujeres, tema coyuntural considerando que es por esa región por donde los fierros del tren apodado “La Bestia”, transporta violentamente los sueños que escinden la tierra. El discurso zapatista va sin eufemismos: “¿Por qué un pequeño grupo de personas, holgazanes, buitres, bestias, zánganos nos vienen a mandar si somos miles y millones de mexicanos trabajadores del campo y la ciudad?”

Una jóvena zapatista remata presentando encapuchada y con sombrero, un refrescante rap que desata los aplausos:

“Respirar para sacar la voz,

respirar tan lejos a donde llega nuestra voz,

una compañera vocera les dará,

una buena sacudida a los hijos de la chingada,

el sistema capitalista, capataces, caporales

y también a sus mayordomos hijos de su puta madre”.

V.

El caracol de Oventik es el último de la lista, esta vez la caravana no se retrasa, al final de cuentas es el caracol más cercano a San Cristóbal de las Casas donde el convoy hizo base la madrugada anterior. Allí Marichuy y las comandantas zapatistas hablan de “pensar y pensarnos”, y rematan con la consigna: “ya es hora de que las mujeres hagamos temblar al mundo…luchemos juntos y juntas contra el neoliberalismo”. Las comunidades locales interpretan obras de teatro, sabiendo que, para ellas, el arte “es un arma que no respeta fronteras”. Mujeres forman un caracol, símbolo de entrarse al corazón para después caminar el mundo. De ese caracol va saliendo la palabra:

“Las mujeres y hombres olvidados de este país, su presencia es símbolo de la resistencia, pero sobretodo de la esperanza…la vocera sea bienvenida pues y que el corazón y el pensamiento puestos en el pueblo sea el que guíen su palabra en este caminar que va a emprender a lo largo de nuestra geografía nacional.”

Lo importante de esta iniciativa no es Marichuy, ni los concejales, sino una sociedad organizada que pueda: no solamente incluirles en la foto, sino integrar a los millones de indígenas en decisiones públicas y políticas del país, después de todo ellas y ellos son la representación histórica de la desaparición forzada en México; manos que han cultivado y defendido la tierra.

Para muchos la iniciativa del Congreso Nacional Indígena y el EZLN de crear un Concejo Indígena de Gobierno que eligiera a su vocera, representa un grave error, pero el error significa la experimentación de la vida misma: la praxis. Es en esa experimentación donde se alcanza el conocimiento de la verdadera esperanza. La candidatura no apuesta por el éxito, ese concepto de la inmediatez capitalista, sino va por que haya una conciencia de organización colectiva para que podamos ver, por fin, la esperanza: no como capital, sino como una práctica ética de nuestras vidas.

Hay que crear nuestro propio caracol, el de nosotres mismes, el de nuestra comunidad, tiempo y geografía: no como espectadores de la barbarie, sino como constructores activos y responsables de nuestras esperanzas, para que finalmente, podamos verlas dignamente a la cara.

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