La ritualidad del cuerpo
Por Luis Alberto González Arenas / @luisinius
Fotos: Jade Beall / @jadebeallphotography
👉🏽Este reportaje de Rip.mx fue hecho para Hotbook Magazine y publicado inicialmente en su edición física de Marzo 2020.
La foto de una mujer rubia, con un niño de 5 semanas de nacido, ambos desnudos y sin un ápice de Photoshop, circulaba masivamente por las redes sociales de los Estados Unidos. Se trataba de un autoretrato hecho por Jade Beall mostrando el cuerpo de su hijo y el suyo, descrito por ella como “delicado y gordo después del parto”.
Al subir la imagen en su cuenta de Facebook, escribió que ser madre era glorioso y duro a la vez, y que estaba harta de tener un sentimiento de odio hacia su propio cuerpo abultado. Millones de personas terminaron viendo aquella publicación, sobretodo mujeres que se sentían identificadas y conmovidas. Pronto le escribirían miles de correos para que, Jade, las fotografiara de la forma más honesta posible; fue en ese momento que nació la carrera de una de las fotógrafas más queridas en su país.
“No soy la mejor fotógrafa del mundo, pero sé lo que es vivir en un entorno que todo el tiempo nos está diciendo que la forma del cuerpo determina nuestro valor. En las redes sociales yo hablo de mis dolores y alegrías; de mi lucha personal contra la depresión que me visita seguido. Un tiempo estuve diagnosticada con desorden bipolar pero me encuentro mucho mejor desde que honro mi depresión, porque eso me ha ayudado a empatizar muy sinceramente con otras personas. Cuando la gente viene a mí para hacer fotos, ya saben que no tengo nada que ocultar y que elijo ver a través de mi corazón, libre de la creencia de que todos deben ser réplicas físicas y sentimentales del Photoshop”.
Jade vivió su infancia en México. En 1980 su madre y su ya fallecido padrastro se enamoraron del pueblo de Yelapa, una localidad que estaba a un viaje de balsa desde la ciudad de Puerto Vallarta, una selva clavada en las hermosas playas del Pacífico mexicano. Su madre y su pareja eran músicos de Jazz y tenían una residencia en un café de la famosa ciudad y puerto.
“Me trasladaron a mí y a mi hermana a esa gloriosa jungla. Vivíamos en Yelapa durante la semana. Allí iba a la Primaria y después asistía a la Telesecundaria. Cada fin de semana nos íbamos en una balsa inflable a Vallarta para que mis padres pudieran trabajar haciendo su música. Vivir en Yelapa en los años 80 y 90 fue para mí, la cosa más hermosa que puedas imaginar. ¡Sin electricidad, sin automóviles, vida nocturna a la luz de las velas! Muy seguro para que un niño o niña corriera y jugara libremente en el río o en la playa hasta que la última luz del sol se desvaneciera del cielo fresco y no contaminado. ¡Vivir en Yelapa fue la mejor bendición de toda mi vida!”
Esos días, le dieron a Beall una manera muy distinta de mirar el mundo y sus personas, después de todo, en ese pueblo, era Jade la diferente, la migrante, la alta, la güerita. El resto del municipio era de origen indígena o afromexicano, pero a diferencia de poner fronteras, la comunidad la fue recibiendo con toda su identidad. Una parte cómica era que en esos años, la cantante veracruzana, Yuri: una rubia carismática que tildaban de ser la Madonna mexicana– triunfaba en la escena del espectáculo. En cada festival de la escuela, elegían a Jade para que actuara como la estrella de pop, mientras sus compañeros hacían de bailarines. Jade cantó desde “El apagón” hasta la “Maldita primavera”.
“Crecer en México me enseñó a respetar profundamente a las personas. A cómo escuchar a la gente. La mayoría de nosotros queremos sentirnos vistos, amados, escuchados. Es fácil de lograrlo cuando vemos los ojos de una verdad que es sagrada y que nos enseña que en la diferencia y el respeto al otro, está la virtud”.
Jade se entrega a su expresión física como una niña, no esconde nada detrás de sus grandes y saltones ojos azules, tampoco detrás de su boca. Es apasionada, curiosa y berrinchuda. Uno se da cuenta inmediatamente cuando esta triste, contenta, enojada o reflexiva. Es también alguien con mucha consciencia espiritual que interpreta la belleza como algo universal y no como un patrón de moda.
La vida, en su esencia veraz y variaciones épicas, es hermosa para mí como fotógrafo”.
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